El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

martes, 14 de enero de 2014

J

Callo, como siempre callo,
por si fallo, una vez más, 
en describirte el ardor de tu marcha con palabras.

Callo, y siempre fallo.
Ahora no está tu sonrisa en mis retinas retenida, 
y aun así callo.
Callo porque tú has decidido infravalorar lo que teníamos. 
Callo porque ni siquiera me salen las palabras,
no soy capaz ni de tenerte enfrente, y callo.

Por la arena que sostuvo nuestro encuentro,
y el mar ésta vez habla, no calla.
Resuena furioso en mis entrañas,
¿por qué te marchas?

Las lunas que esperé que aparecieras, 
para que al final fuese tan corta tu estancia 
en el hotel de mis nostalgias.

Y tú callas, 
soltaste tus patrañas,
dejaste tranquila a tu conciencia,
la mía arde
cada vez que reposo la cabeza en la almohada,
cansada de llorarte.

Y es que no había placer comparable,
al de acariciar tu sonrisa y besar tus párpados,
las noches de miércoles,
los pretéritos incabados.

Tu pelo enredado en mis manos...
Aquel teatro.
Las noches en que la cerveza y el hachís
 rompían los platos.

Tu estrecha cama,
donde dormíamos.
Las sábanas eran la excusa,
tu espalda,
la inspiración de mis musas.