Como el calor de tu pecho sobre mi espalda,
o el olor de tu pelo capaz de colocar a un yonki.
Y yo me considero yonki de observar tus pestañas,
empapadas en calma...
El sol que comienza a entrar por la ventana,
no es capaz de desnudar nuestras almas,
pues están plenas,
y juntas son eternas.
El miedo desbocado cabalga por los vaivenes de mis trenes...
pero yo me aferro a tu pelo lo más fuerte que puedo,
al menos intento retrasar el despertar del sueño.
Imagino una playa, todo el tiempo del mundo,
una playa mágica, alejada de la sociedad enferma,
tú y yo desnudos tumbados sobre la arena caliente.
Sin horas ni calendario, sólo tus labios.
Sentir que nada termina, que los versos escriben solos un poema épico, tétrico si te vas, lisérgico entre tus sábanas...
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