El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

viernes, 17 de mayo de 2013

May

Sobrevivo gracias a mi empeño por creer que no te necesito. Las canciones de aquella noche se me clavan como agujas, y la tarde gris me saluda, burlona de mi tristeza absurda. He llegado aquí, donde estoy, a través de tus lágrimas translúcidas, surcando tu espalda hasta toparme con el abismo de mi alma. Los muros los he hecho impenetrables, me cuesta más derramar lágrimas que sangre. No dejaré que nadie nunca jamás los escale, lanzaré flechas a los que se atrevan. Incluso me marcharé de todas las camas un poco antes del alba, antes de dejar que vuelvan a corromper mi calmada soledad. Añoro la constancia de tus ausencias, el demonio en tus ojos. El sol brilla de repente y me recuerda que sigo viva, pero dura apenas un instante, como nuestra historia, ahora putrefacta y distante. Vuelvo a escribir pero no es Martes, vuelo cada noche hacia el horizonte, pero me alcanzan mis miedos al amanecer lejos de tu pelo. Una guitarra azota con violencia mis pensamientos nítidos, y me derrota en otra noche más, absorta y no en tus ojos, sino en el dolor de que ahora no me vea reflejada en ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario