El miedo, la incomprensión. Muchas dudas y ninguna salida a la vista. Nunca tengas miedo a los sentimientos de los demás, sino a los tuyos propios, son los más destructivos. Cuando no nos quede un ápice de cordura a los seres humanos, ya nada importará. Todo estará destruido. Vivimos al fin y al cabo para sufrir, intentando alcanzar una meta, un sueño, para al final morir.
Las pequeñas cosas del día a día, son lo que hacen diferente todo ese sufrimiento. Esas personas que están a nuestro lado, que no sueltan nuestra mano. Que tus lágrimas puedan llenar un vacío, pero que las sonrisas consigan desbordar el río.
Dejar un poco atrás los prejuicios y todas esas preocupaciones que al final no servirán de nada. Palpar la vida, oler la hierba, soñar junto a esa persona despierta. Porque, al final del camino, todo lo que has vivido, contará igual por bueno que por malo. Haz que haya más cosas buenas en ese camino y aparta las lágrimas y las dudas. Sé fuerte, puedes con todo. Puedes hacer que todo merezca la pena con una de tus sonrisas.
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