Reímos en la tormenta,
porque no merecía la pena
la tristeza del mundo
si estábamos juntos...
Y ahora, poco a poco te introduces en mi cabeza,
como un poema invisible y eterno,
deshecho por los desengaños de utopías.
Utopías que un día fueron mías,
que se congelaron en tu pecho
hasta que te encontré,
demasiado cerca, pero tan lejos.
Tu personalidad cambiante,
tus ojos kafkianos,
y el calor de tus brazos,
hacen que quiera encerrarme contigo.
Me haces eterna en tu cama,
Inhalo el olor de tus sábanas,
una mezcla entre el tuyo y el mío,
que genera un perfecto perfume.
Enciendo un cigarro y te miro.
Podría mirarte durante horas,
descifrar tus jeroglíficos,
tus miradas encriptadas
Que dicen tanto, sin decir nada.
Como los pequeños besos al alba,
tú abrazando mi espalda.
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