El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

martes, 6 de agosto de 2013

puta mentira, hoy no vine a reprocharte mis heridas

Cómo si mis palabras fueran a taladrarte los oídos, o incluso a reventarte el corazón a puñetazos, a versos, a besos traicioneros. Cómo si fueras a arder en mis entrañas para no aparecer ni una puta noche más en mi cabeza. Escribo cómo si todo eso fuera a cumplirse. Cómo si fueras a derrertirte en cualquier volcán, y no volvieras a respirar jamás. Cómo si cada palabra te alejara unos centímetros de mí. Tus ojos de los míos, bien lejos. Tu piel ardiendo en noches de invierno. Congelados para siempre, sueños truncados e inertes. Escribo para hacerte daño, para deshacer los engaños, y me hago daño. Si me lees, escribo. Si no, me trabo. Me hipnotizo sola, pensando en dejarte sin respiración. Ésta vez no con mis labios en los tuyos, sino con mis manos en tu cuello. Ahogándote en mis pesadillas, en mis desdichas. Te dibujo cada noche en mi techo, y te como. El malestar se hace profundo y mundano, me alejo de lo que siento, de lo que extraño, sólo para odiarte, para refugiarme en mi coraza acorazada. Cada gota de mi sudor te correspondía... Cada nota de aquella canción que retumba en mi cabeza, cada noche al acostarme te destrozo en ella. Y mas me callo por no llamarte y olvidarme de la cortesía y los modales. Por no llamarte hijo de puta bebo en la calle, me fumo el tiempo y aún así no escapo del lamento. Desear dolor a alguien no es síntoma de estar sano de la cabeza, y yo no lo estoy. La sociedad sigue enferma, y mis piernas tiemblan, recordando aquello que ni siquiera sucedió. Se cerraron las puertas y comenzó el invierno antes de tiempo, con el sol quemando y tu voz helando mis párpados.

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