El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

miércoles, 21 de agosto de 2013

ya no veo tus ojos

A día de hoy me preparo para escribirte el más bello de mis textos. Bello o roto, no sé qué descripción encajaría mejor. Voy a escribirlo a trozos, cómo dejaste mi corazón. Hoy empezaré contándote que me he despertado soñando con tus ojos. Que he buscado curarme las cicatrices besando otros labios, que aquel vestido dejó de ser para ti. No me lo quitaron tus manos. Sonrío de vez en cuando, aunque también me arrancas lágrimas a veces. No suelo pensar demasiado, lo más duro son los amaneceres, y quizá las madrugadas en las que ya no me hablas. Tal vez algún día pueda verte la cara, o tal vez no. Las decepciones son duras, pero más duro es el tiempo que se nos escapa entre los dedos y que borra cada error, o al menos los disfraza de aprendizajes... Podría escribir un cuento eterno de todo lo que echo de menos. Las miradas de complicidad, las sonrisas sin sentido, los latidos a punto de estallar. Las conversaciones de horas y horas, las lágrimas juntos, el dolor que había en tu mirar, y las tonterías que sólo entienden los niños. Puedo echar de menos hasta el sonido de tu respiración, que nunca llegué a sentir en mi nuca. El mar se ha llevado muchas cosas, me ha desgarrado el alma, recordándome que en alguna parte tú también observas la Luna. La arena bajo mis pies en tardes de tormenta... El desvelo de noches eternas sin tu cuerpo, el dolor de una ausencia que no debería haber sido aquellos días. Días que me costó soportar, pero que al fin y al cabo pasaron, cómo todo supongo. No puedo evitar preguntarme muchas cosas, pues no hay humillación más profunda para mí que tu silencio. Tantas cosas nos quedaron por hacer. Tantas promesas que se diluyeron en vasos de tubo... El verano se convirtió en polar. La gente suele preguntarme que qué me pasa. Yo digo que nada. Porque creo que no me pasa nada. Creo... La alegría que sentí en un mes, me ha ido consumiendo desde que te fuiste. Digo te fuiste, porque aunque nunca estuvieras a menos de 2 metros de mí, te sentí cerca. He tenido pieles a milímetros de la mía, incluso fundidas, y no he sentido a nadie tan cerca cómo a ti. Donde quedaron todas las palabras? Destrozadas. Tiraste por los suelos mi confianza, mis ganas de más, de esperar pacientemente a tu boca. La vida fluye, surge, y aunque creamos que se estanca, nunca lo hace. Sigue. Para mí ha seguido, con sus cosas buenas y malas. Con mis cambios de carácter, mis rayadas. Para ti habrá seguido también... No sé si sentirás que una parte se quedó a 600 kilómetros, yo sí. Me gustaría creer que lo sientes, también me gustaría dudarlo para dejar de malgastar palabras tontamente. No creo que merezcas mis lágrimas, ni esto. Lo hago por mí, para sacar cada puto detalle... Agradezco no sabes cuánto no haber podido tocarte, ni olerte. Ahora estaría mucho más jodida, lo sé. En un par de semanas empezará todo de nuevo, volveré a casa, a esa habitación que me parecerá gigante sin tu voz. Ya se me ha escapado una lágrima. Hasta aquí... Hubiera esperado eternamente si no hubiera sentido las mentiras clavándose en mi pecho. Me comiste el corazón sin masticarlo, luego lo escupiste y lo dejaste desgastado. Ahora... Ahora qué? No sé qué más poner. Me gusta imaginar que vuelves. Pero a la vez lo odio, porque si dejara que te quedases, significaría que no me quiero. Mi coraza era de hielo. Ahora de cemento...

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