El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Síndrome de abstinencia

Quizá sea la primera vez que te escribo,
sin tapujos.
Harta ya de combatir al olvido,
me revuelvo en tu cama y suspiro.

inhalo tu aroma,
que en tus ojos me pierdo,
ya no es una broma

porque sé que tengo,
síndrome de abstinencia,
de tus labios,
de tus párpados.

Por una vez dejo atrás las expectativas,
de vida,
de salidas de emergencia.

Y es que me urge tenerte enfrente,
que me beses suavemente,
la frente,
los labios.

Que rías,
y tu risa permanezca en mi,
en lo que fui,
y ya no soy.

Estoy confundida,
este humo me aturde,
mis días grises los diluyes

y yo me pregunto cosas,
digamos preguntas retóricas
que ni siquiera salen de mi boca,
encuentro las respuestas, aún sin quererlo,
si me tocas.

Que el pasado es el pasado,
y el presente es tu voz,
susurrándome si quiero café,
con leche o solo.

Y yo que sólo aspiro al café de tus ojos,
que me desvelan,
y me desnudan.

Fumo un cigarrillo y te escribo,
como si no hubiera mañana,
y el retumbar de tus latidos,
me calma.

Apaciguas mi alma,
y presagias la tormenta,
los dos entre sábanas,
imaginarias,
pero los dos.

El cenicero está lleno, de angustias,
de risas, de fumatas blancas.

Y aún no me desprendo de la sensación,
de despertar y verte a mi lado en la cama.

El mundo me parece tan hostil...
pero tu pelo me rescata,
paras el tiempo, con una sola mirada.

Quizá estaba guardando mis palabras,
mis letras y mis nostalgias,
y cada vez tu poesía se hace más y más larga.

Me haces sentir...
Eso.

Me proteges en tus brazos,
aunque no sean de piedra,
están hechos a prueba de balas.

Y miro mi cama,
ahora tan sola,
siempre tan sola.

Eres grande,
eres tierra,
eres alma.

Y yo con este síndrome de abstinencia.

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