Por la fuerza de voluntad que pocas veces sale a saludarme,
por su pelo, por las tardes interminables,
por este corazón de alambre.
Por los besos que quedan en el aire
por su piel y un vaso de Jack Daniels
por las noches que caen y no saben
por su dolor, por mi desastre.
Por la sangre que corre por mis venas,
por ese veneno que quieres que beba,
por el placer de ponerme ciega a ginebra,
cuando algo no marcha...
Por las noches en vela,
por el pájaro que en su jaula no vuela,
por la frustración,
por la podedumbre del planeta.
Por el humo y por las velas,
porque te quiero, porque me odio.
Porque no sabes lo que dices sobrio.
Porque no eres nadie y a la vez alguien,
abstracto y lejano,
por huir de tus pecados,
por enfrentarte al mundo, aun sabiendo que será en vano.
Porque estos versos me acuchillan,
porque tus ojos escuecen,
[y a penas la luna brilla],
y los míos oscurecen.
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