El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

sábado, 6 de abril de 2013

Sábado nublo.

Ese preciso instante en el que te das cuenta de que eres tan insignificante como cualquier hormiga, esclava del poder de su reina.
Ese momento en el que la soledad te abruma,
y el cansancio te devuelve las miradas abatidas
de cada madrugada que ni respiras,
esperando ver en sus ojos tus pupilas.

Y ese momento no llega,
y todo sigue lleno de mierda,
necesitas partir, pero te pesan las cadenas.

Dicen que de las debilidades a veces surge la mayor fortaleza,
la tuya fue sin duda volverme loca hasta romperme la cabeza...
Para que así, cariño mío, no pudiera sacar jamás tus ojos de mis retinas.

Y cada segundo que pasa, cuentas los días que quedan para no sé qué,
y piensas cada día más en largarte,
huir, como sólo hacen los cobardes.

Te tiras semanas sin escribir porque nada te llena, y eres consciente, pero no te apetece volver a torturarte, ya no.

Escribo todo ésto desordenado para que le des el sentido que quieras, para que sea interpretado libremente, para que dejen de quemarme en la espalda sus putas serpientes...


Y ya que no estoy entre tus muslos,
subiéndote al cielo,
en éste sábado nublo,
sobre éstas sabanas de terciopelo,

soñaré contigo, por si volvemos a vernos,
saber como reaccionar,
o borrarte de mi vida, sin más.

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