El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, y el que no pueda encontrar la paz que luche.

viernes, 6 de enero de 2012

y las promesas son mentiras implícitas

Me mata el incómodo silencio después de dar explicaciones que no explican una mierda, porque todo sigue igual. Me mata contar los días que hace que no te veo y se me atragantan todos los besos que te daría. Se me desgarra poco a poco el alma, con la amargura de tu ausencia. Mis sueños salen malheridos de mi cabeza, con heridas de guerra. Una guerra sin sentido alguno, como muchas otras. Una derrota y una rosa roja que sangra y pierde su delicado olor a primavera. De sus entrañas mana la sangre, brillante y densa, caen gotas en el suelo de mi casa. De mi casa porque es extraña desde que te marchaste y me dejaste sin nada. Y de la nada nunca quedan restos, bien se sabe. El frío traspasa mis paredes de fuego ardiente que te produjeron quemaduras, que al fin y al cabo cicatrizarán, no como el hielo de mi corazón que lo deteriora. Saltaré al vacío una vez más imaginando tu cuerpo desnudo junto al mío, entrelazándose en una noche loca. Echaré de menos tu pelo y tu forma de mirarme. Te pensaré durante algún tiempo. Pero al final, serás otro recuerdo más para mi baúl. Otra alma que conoció a la mía, llegó y se marchó. Otro egocentrismo puro, otro egoísta. Seras uno más, y por eso no me preocupa que ahora me duelas.

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