Bastante que contaminas mi tranquilidad,
bastante que me llamas cuando el día acaba,
y justo cuando pensaba que ya no quedaba nada,
vienes a perturbar mis ganas de no estabilidad.
Justo te pienso y me llamas,
ya no me veo en otras camas...
Y que se acabe el mundo,
me dijeron tus gélidos ojos.
Calientes como un baño bajo la Luna en agosto.
Y yo peleando por ocultar mi rostro.
Llegas tú y me arrebatas de la noche al día,
mi capacidad de mantener la sangre fría.
Con la voz rota y el alcohol por patria y va y te me apareces cómo si fueras pura magia, cómo si no importaran las desgracias y se evapora tu mirada en ese vaso de licor que melancolía me contagia...
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