Tal vez un día consiga ver más allá de tus ojos azules. Tal vez algún día sepa lo que quiero. Hasta entonces sólo deseo enredarme en tu pelo. La ciudad es fría y el viento golpea las persianas de mi cuarto con violencia. No me llamas, una semana. La densidad de las horas es escalofriante. Necesito oír esa voz, ver esa sonrisa, pero no me corre prisa. Si algo me ha enseñado la vida, ha sido a esperar. Esperar es clave. el tiempo no pasa en vano, todo el mundo lo sabe. Pero es tal la impaciencia por encontrarme reflejada en tu iris, que me atrapa la tristeza en menos de un par de segundos, y ya llevo una semana esperando. Tal vez, cómo siempre he pensado, no esté hecha para estar con nadie. Suelo encapricharme, lo reconozco. Suelo reprimir mi entusiasmo, porque es de otro mundo. Nadie lo comprendería. Suelo callar ante aquellos que más hablan, y no escucho a muchos. Necesito cariño, pero necesito espacio. Una carencia implica algo que antes sobraba... No me aclaro ni yo, y eso otro martes, sin ganas de verte, bebiendo té verde.
La ciudad calla y mis ganas rechistan.
Ojalá pudiera verte más allá de mi mente,
más allá de mis expectativas erróneas.
Ojalá pudiera tenerte ahora en frente,
ahogarme en el mar helado de tus ojos.
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