Me miré en sus pupilas, y desde entonces, el resto del mundo me importó una mierda.
Salí a buscarle, era viernes y llovía, los callejones parecían difusos y confundidos.
Le vi a lo lejos, y su sonrisa pareció un destello.
La desnudez de su alma y las sábanas dijeron lo que muchos callaron.
No repetiré de nuevo que sus ojos me hechizaron.
No volveré a caer en el juego deseado.
Tan sólo sus manos pueden desvelar,
los secretos que un día se llevó el mar.
Un pensamiento, una sonrisa. Un día agotador, un beso que reconforta. Palabras que salen de mi boca, casi sin quererlo. Ilusiones que erizan la piel. Una llamada. Un mensaje. Un martes, como otro cualquiera, pero con tus pupilas clavadas en las mías.
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