Me costó desnudar mi alma, más que mi cuerpo. Un suspiro de felicidad antes de una lágrima me hizo recobrar el sentido. Seguía viva, y notaba de cerca tus latidos. Pero el miedo continuaba latente... No sabía con certeza si mis sentimientos seguían existiendo. No veía con claridad la luna, que alumbraba tu espalda desnuda. Te besé en la nuca y salí de la cama, sin hacer ruido. Miré por la ventana, las calles amenazaban oscuras. Me pregunté cuanto tiempo más seguiría así esta locura. Este mundo que más que civilizado parecía esquizofrénico... Imaginé tu sonrisa, cuando calló la primera gota de lluvia. Sentí la necesidad de salir y mojarme bajo ella. Abrí un poco el ventanal del balcón. Las cortinas ondeaban suavemente, el viento comenzaba a mover las hojas de los árboles. Se acercaba una tormenta. Volví a meterme en la cama. Supuse que me daría igual todo lo que pasara ahí fuera, si tenía tu calor. Pero aún así, las dudas continuaban. Esperé el amanecer abrazada a tí.
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