Afuera la lluvia caía puta y distante. Mientras en tu cama se detenía todo. El ruido de los coches al pasar, las caricias y el reloj. Ese instante puro y casi ficticio. Tus ojos desvelavan secretos jamás contados por el hombre. Secretos que podían hacer arder a una persona. En aquel preciso instante, bajo las sábanas, nos perdimos en lo que creíamos era el horizonte.
Recorríamos las calles volando. La velocidad me daba morbo, cuando sabía que al llegar te comería la boca. Hay algo que me estorba, es el placer de saber que los demás no tienen puta idea. Que las sensaciones de libertad son únicas y acaban en cualquier noche.Unos brazos no pueden dar más de sí, si ya se los cargó otra persona. Pero hay cicatrices en cada alma.
Me enferma el sonido burlón del viento. Esas nubes que tapan al sol y esperan a que lo reclame cualquier tarde de otoño. Pero se paraba todo con tal de acariciarte. Tu piel era mía al fin y al cabo.
El mar en calma me recordaba a su pelo.
Sus ojos tranquilos y serenos.
Su sonrisa achispada y sincera.
El mar furioso parecía sacar amor de la chistera.
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