Sus ojos me devoraban brutalmente la última noche de invierno.
Al marcharme de su cama creí oler el azufre que en el infierno se quema.
Paradójicas mis palabras, tanto la mezcla de nuestros olores en sus sábanas.
Ni escribir me calma estas ansias de sentir esas manos trepando por mi espalda.
Tus suspiros acechaban con la primera luz del alba...
Y yo queriendo quedarme a vivir en aquella calma.
Detener el tiempo y salir ilesos,
alimentarme con tus besos.
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